Todo en política es timing y de esto no escapa ni siquiera Morena. Tristemente para su militancia, ni Sheinbaum ni Ebrard han sido decorosos ni prudentes en la manera que han ejecutado su precampaña, dejando, ambos, muchas de sus responsabilidades a favor de su muy personal fanfarria.
Mal y reprobable, dicen muchos morenistas que, al ver tan pobre capacidad estratégica, ya empiezan a ver a Adán Augusto López por motivos que trascienden sus probadísimas habilidades políticas. Va más allá de ello. Es que Adán Augusto ha manejado un timing que, no por ser mesurado ha sido erróneo.
Apenas hace unos días, el pasado 8 de marzo, el secretario de gobernación dijo abiertamente que quiere ser presidente. Declaración esperada por muchos, no por la sorpresa que, francamente, no significa, sino por la clara declaración de principios que esto significa.